EL HERMANO JESÚS GIL, UN GESTO QUE PUDO CAMBIAR UNA VIDA.
Por Javier Burrieza Sánchez
El día de Santa Clara de este año 2021 amanecía con la noticia de la muerte del H. Jesús Gil y Gil, Hermano de La Salle, profesor del Colegio Nuestra Señora de Lourdes entre 1973 y 1987, muchos años para perfilarse como un hombre muy conocido, importante y de garbo con los alumnos de los años setenta y ochenta. Cuando concluía el curso 1986-1987, el correspondiente a mi séptimo curso de EGB, nos comunicó que el visitador le enviaba al Colegio de La Salle de Burgos, donde ha permanecido muchos años también, hasta su último retiro en Arcas Reales. Salir de Valladolid y de su Colegio de Lourdes, le costó mucho porque le gustaba, se sentía a gusto, era un hombre de gobierno en el centro, entendía muy bien sus engranajes, con su bata blanca, muchas veces desabrochada como queriendo dar mayor velocidad a la vida colegial, a una vida colegial exigente. Aquellas clases de idiomas no eran para perder ni un minuto, casi de una marcialidad absoluta en el vocabulario, en la conjugación de los verbos.
Nosotros le conocíamos muy bien, su voz potente, todo un futbolero (yo creo que del Madrid aunque se empeñó que uno de nuestros compañeros era del Sabadell por la camiseta que llevaba y le decía siempre: «que empiece el del Sabadell…»). No se cortaba ni un pelo. Entonces era nuestro jefe de estudios, de la segunda etapa de EGB y antes había sido del llamado ciclo inicial y medio. Y ahí voy yo, el H. Jesús Gil era el encargado en los últimos setenta, primeros ochenta de hacer aquellas entrevistas a los nuevos alumnos del Lourdes, los que para entrar hacíamos un examen de nivel. Eso no quería decir que allí estudiásemos solamente los que dominaban en 1º de EGB la lectura, la escritura, sumar y restar. Me imagino que aquel examen era para situar un poco al alumno, para configurar los grupos de aquellos «peques» del Colegio como nos llamaba su buenísimo amigo y Hermano Fortunato Berciano. Y vuelvo al H. Jesús Gil, la buena química que surgió entre mis padres y aquel Hermano hizo que un servidor fuese matriculado en el Colegio de Lourdes. Aunque los plazos se habían agotado un poco. De ahí que su gesto de familiaridad cambiase mi vida y mi vida para bien ¡Qué hubiese sido yo, sin ser un chico del Lourdes! ¡Pues una persona distinta!
Aquel Hermano estimulaba con algo muy sencillo, las bolas de anís (buenísimas, las mejores las azules) y el famoso regaliz. Esa pedagogía ya se encontraba muy repartida, no era selectiva como antaño. Y él era el caudal, el representante de todo aquello. Repito , un hombre de gobierno que con otros Hermanos llevaban aquel Colegio de chicos y solamente algunas chicas en COU y las que habían comenzado cuatro años por debajo de nuestro curso de 1980-1981. El H. Jesús Gil es un magnífico símbolo del Colegio que nosotros, los de mi generación anterior y posterior conocimos, del Colegio que nos formó con exigencia, con cierta marcialidad, responsabilidad y que nos transmitían una bella forma de descubrir a Dios en nuestras infancia y juventud. Como decía Juan Cabezudo cuando murió hace unos meses el H. Emilio Mazariegos, «¡qué duro se hace cuando se mueren, cuando se van, cuando desaparecen los maestros que hemos tenido, que nos han querido, aunque a veces les dijésemos. «pues no me quiera tanto Hermano». Nuestra juventud se marchita un poco con ellos.
Permitidme un último apunte de emoción. El H. Jesús Gil junto con el H. Fortunato y otros Hermanos que llevo en el corazón y que ellos lo saben, me unen mucho a mis padres. Estos últimos años, cuando el H. Jesús Gil y yo nos hemos encontrado, han sido muchos los gestos de cariño, de emoción precisamente porque ambos sabíamos lo que nos decíamos sin muchas palabras y a veces nos ha costado terminar la conversación por teléfono. Nos acompañó también a mi promoción de 1991-1992 en nuestras Bodas de Plata hace cuatro años. Sabíamos que nuestros profesores se nos habían hecho muy mayores.
Yo me imagino el Cielo como una gran reunión de amigos en el Señor, como decía san Ignacio de Loyola, y hoy le habrán salido a recibir muchos, entre ellos el H. Fortunato, recordando las tierras leonesas donde ambos veraneaban, el pueblo de Fortu. Pero sobre todo, le habrá salido a recibir Dios con su luz y su amor inmensos. En Bujedo iremos a rezar a aquel cementerio que para los lasalianos es tierra santa.